lunes, 12 de julio de 2010

La bondad ilusoria

Hoy día, en la clase de inglés, se armó una pequeña discusión sobre cómo educan los padres a sus hijos. Una señora menor de cuarenta años afirmó que, por momentos, es positivo ser padres dictadores. Señaló también que puede llegar a ser necesario amenazar con golpear a los niños, quienes de no obedecer, terminarían por recibir dicho castigo. Algunos expresamos nuestro desacuerdo con dicha idea, pero no eso de lo quiero hablar acá. Al salir, la señora volvió sobre su teoría, diciendo además que era esa la manera bajo la cual había sido criada, y que es así como criará a sus hijos. Lo que dijo fue más o menos así: "así hay que criar a los hijos, con una mano amor y con la otra sanción. Mi madre pensaba igual, y yo y mis hermanos -que somos cuatro- somos gente de bien: no somos criminales ni delincuentes ni nada de eso".

Existe una idea fuertemente arraigada, la cual todos tenemos o hemos tenido alguna vez: "la maldad está fuera de nosotros". Si bien todo el mundo acepta que tiene y comete errores, muy poca gente parece estar dispuesta a aceptar que la miseria moral, la conducta maliciosa y la búsqueda de ventajas es algo presente en casi cualquier tipo de relaciones sociales. Parece creerse que las personas son susceptibles de ser moralmente tachables, más no las prácticas. Si se aceptara esto último, sería mucho más difícil establecer una simple clasificación entre "la gente de bien" y "la gente de mal vivir".

Además, no parece tomarse en cuenta que las cualidades morales que cada uno cree tener solo tienen sentido en el marco de discursos y prácticas específicas. Es decir, cada quien estima su nivel de bondad de acuerdo a sus parámetros afectivos y cognitivos. El problema está en que los razonamientos erróneos (que todos los tenemos) que constituyen estos parámetros parecen ser pocas veces objeto de discusión o cuestionamiento. Así, quienes se creen dueños de la verdad y depositarios de la moral se considerarán excelentes personas, cuando a la vista de muchos pueden estar llenos de prejuicios, arrogancia y poca tolerancia (Rafael Rey y J. L. Cipriani me vienen a la cabeza).

Asimismo, mucha gente parece creer que sus virtudes morales se definen únicamente por las implicancias inmediatas de sus ideas o acciones. Así, por poner un ejemplo algo tirado de los pelos, un nazi podría considerarse una excelente persona porque no es ladrón y saluda a todos sus vecinos, en tanto que no cree que sus ideas políticas sean también parte constitutiva de su moral personal. Por tanto, esta persona consiera que cosas inmediatas como no robar y saludar son positivas, pero ni siquiera considera que puedan evaluarse en términos de positivo-negativo las implicancias políticas de su manera de pensar.

Cabría preguntarse en qué medida la pareja bueno-malo (y todos sus derviados: "personas de bien", "malas personas", "corrupción moral", "moral intachable", etc.) es adecuada para la evaluación de los distintos ámbitos personales ( y sus consecuenicas) de alguien.

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